Hoy nos sentimos más cerca del alumnado y sus familias. Hoy hemos visitado Salvatierra de los Barros y la visita, en esta ocasión, ha estado teñida de un color muy especial, ese rojizo propio del barro; materia en torno a la que gira la vida y la economía de esta población.
En casa del alfarero nos hemos encontrado como en la propia. Hemos disfrutado con su generosidad, sencillez y sabiduría; virtudes que a buen seguro se transmitirán de padres a hijos como si del conocimiento del barro y las técnicas para fabricar hermosas piezas se trataran. Hemos comprobado que las tendencias evolucionan pero lo tradicional perdura, que tradición y modernidad pueden convivir en el mismo espacio y que todos en el seno familiar tienen algo que aportar a esta profesión, aunque las manos que moldean los finos barros sean sólo las más hábiles para lograr las formas más puras. Sin duda, el trabajo del alfarero es todo un ejemplo de trabajo en equipo, ilusión compartida, dedicación y tradición familiar y pureza en el hacer.